Recientemente gané a una amiga una apuesta cuyo pago exigía que el perdedor revelase al vencedor “dos secretos inconfesables”. Tras ganar la apuesta y escuchar atentamente su confesión, me quedé más sorprendido por la dificultad que tuvo en encontrar dos secretos que considerase inconfesables que por los secretos en sí mismos.
Esto me ha hecho plantearme la utilidad real de los blogs en los que se publican, como es en mi caso, reflexiones personales.
Imagino que cuando escribimos en ellos somos conscientes de que serán leídos por más gente, aunque sea un número reducido y, por lo tanto, nunca somos completamente sinceros.
En mi caso, si bien no miento en nada de lo que digo, no plasmo en la pantalla todo lo que debería plasmar cuando abordo determinados temas, y lo hago deliberadamente porque soy consciente de que esto no será algo únicamente mío. Vosotros, aunque seáis cuatro gatos, lo vais a leer y, conscientemente o no, os servirá para completar la imagen que poco a poco os formáis de mí (nunca dejamos de conformar la imagen de los demás).
Todos guardamos secretos, ya sea en el corazón, en la cabeza, e incluso a veces en el alma. Existen pequeños rinconcitos dentro de cada uno de nosotros en los que ubicamos esas cosas que preferimos mantener vírgenes y a las que no queremos que nadie acceda. Casi siempre esos secretos están más relacionados con los sentimientos que con anécdotas pasadas, y de hecho, no tienen por qué ser especialmente reveladores o bochornosos… a veces simplemente los ocultamos para preservar su pureza.
Como decía al principio de este post, no he podido dejar de plantearme la utilidad de un diario en el que solo mostramos una parte o un reflejo de lo que somos. Quizá esa duda es la que ha conseguido siempre desanimarme en el empeño de mantener un blog con cierta regularidad. Si no se cree en algo, es difícil ser constante…
Por otro lado, no puedo esconder el hecho de que casi siempre termino abriéndome más de lo que en un principio tenía pensado abrirme. Cuando leo alguno de mis comentarios uno o dos días después de haberlos publicado, me sorprendo de lo que he escrito. Me cuesta reconocerme en ellos.
Aunque estos desvaríos no sean más que una imagen de mí, no dejan de ser yo. No son el gnomon del reloj de sol, sino su sombra, pero a fin de cuentas, es la sombra la que marca la hora, e imagino que estos comentarios reflejan “la hora” en la que me encuentro (curiosamente este último comentario también puede ser interpretado de modo literal ;)).
No sé si me interesa que alguien sin mi expreso consentimiento pueda conocer mi estado de ánimo o lo que me pasa por la cabeza simplemente tecleando una dirección en su navegador así que, salvo que me entre un impulso irrefrenable de volverlo a hacer, creo que seré más pragmático y me limitaré a hablar de otras cosas. Seguro que me lo agradeceréis :-).
Escucho:
Black Box Recorder - Girl Singing In The Wreckage (England Made Me)